El Cristo Amarillo es una obra del pintor Paul Gauguin, de origen parisino, realizada en 1889. Las medidas del cuadro son de 92,1x73,3 cm. Con respecto al material y la técnica utilizado es una pintura hecha en óleo sobre lienzo. Gauguin utiliza una técnica denominada cloisonné o esmalte alveolado, que tiene su origen en los esmaltes y vidrieras y bajo la cual se puede observar una gran influencia china. Esto mismo se puede observar en el tratamiento de las figuras y los relieves, de las que hablaremos más adelante. Esta técnica era muy común en Gauguin, tanto por los colores como por las figuras, y se puede identificar en muchos de sus cuadros.
CLASIFICACIÓN Y CONTEXTO
La temática del cuadro es religiosa. En el cuadro podemos observar a Cristo, crucificado, y a tres mujeres con rostro inexpresivo arrodilladas bajo la cruz, con las manos entrelazadas y probablemente rezando. Al fondo, un hombre salta un muro, todo en un paisaje otoñal de la Bretaña Francesa.
El Cristo que Gauguin pinta en el cuadro tiene un origen: Una talla policromada (escultura de madera pintada con varios colores) ubicada en una iglesia bretona del siglo XVII. Esta talla, de autor anónimo, tiene un color pálido, que pasa a un amarillo intenso en el cuadro. Por otra parte, las mujeres, rezando de rodillas en los campos, representan a las mujeres bretonas, ataviadas con ropas típicas. Estas mujeres nos son familiares: ocupan el lugar propio de las Tres Marías, las Marías de la Crucifixión de Jesús del relato de la Biblia. Por lo tanto, el tema es la crucifixión, pero no podemos saber si se trata de una visión de las mujeres, provocada por su gran fé, o las mujeres adorando la figura de Cristo de la Iglesia bretona. Al fondo, el hombre que salta el muro puede ser un reflejo de la necesidad de evasión que el pintor a menudo sentía.
Esta obra muestra un gran contraste entre lo tradicional y lo espiritual, lo real y lo imaginario. Las mujeres son mujeres de campo, rezando en el prado, pero están siendo transportadas a un relato bíblico mezclando, por lo tanto, la visión irreal de las mujeres y la carga espiritual de estas, con lo tradicional y real.
En esta época, Gauguin se empezó a interesar por estos temas católicos en su viaje a Pont-Aven (cerca de la iglesia de la talla) y Le Pouldu, y comenzó a ser un tema recurrente en sus obras. La religión, tanto cristiana como otros mitos maoríes que descubrió en su estancia en Tahití, era de gran interés para Gauguin y sus obras, como veremos en su biografía, y llegó a interesarse por muchas religiones practicando el llamado sincretismo.
La obra, pintada en 1889, pertenece al postimpresionismo. El postimpresionismo se diferencia del impresionismo por la utilización del color, mucho más experimental e irreal que en el impresionismo, y la esquematización y sintetismo al que somete las figuras. En contraste con el impresionismo, que utiliza un trazo más suelto, esta obra y muchas otras que le siguen, utiliza un trazo grueso y preciso para luego rellenar dicho trazo con colores irreales y de gran contraste entre sí. El pintor pasa de unos inicios en el impresionismo, con obras que muestran paisajes reales, de colores suaves, y luego, con esta obra y muchas otras, pasa a crear atmósferas más irreales, planas y simplificadas en cuanto a técnica pero no en cuanto a simbolismo.
El cuadro también es una muestra de la corriente que surgiría en 1904, influenciada de gran forma por Van Gogh, el Fauvismo. Esta corriente hace especial incapié en el color como protagonista del cuadro y mayor indicador de la emoción del autor. Gauguin se deja llevar por su pasión y sus sentimientos religiosos, en este cuadro, y utiliza los colores como el los siente, y no como los vemos.
Esta obra se puede relacionar con otra, La Visión tras el Sermón, del mismo autor, ya que también muestra mujeres, rezando y con las mismas vestimentas que las del cuadro, presenciando una escena bíblica.
En esta época, Gauguin se empezó a interesar por estos temas católicos en su viaje a Pont-Aven (cerca de la iglesia de la talla) y Le Pouldu, y comenzó a ser un tema recurrente en sus obras. La religión, tanto cristiana como otros mitos maoríes que descubrió en su estancia en Tahití, era de gran interés para Gauguin y sus obras, como veremos en su biografía, y llegó a interesarse por muchas religiones practicando el llamado sincretismo.
TEMA Y SIMBOLISMO
LA OBRA
Con respecto al dibujo, utiliza unas líneas gruesas y oscuras para delimitar las figuras, con colores azules y negros.. Esto está inspirado, de nuevo, en la técnica del cloisonné y las vidrieras medievales y japonesas. El grafismo es muy simple, delimitando las figuras. A la hora de pintar, Gauguin primero traza el dibujo, para luego rellenarlo con la pintura y los colores
En el cuadro, la luz pasa a segundo plano frente a los colores, de mucho más simbolismo y peso. Por tanto, la luz pierde importancia. La luz es uniforme, no viene de ninguna parte, y por tanto no crea sombras.
La pintura destaca sobretodo por su color, muy llamativo a los ojos de todos. El color amarillo es el predominante, aunque la paleta que utiliza consta también de naranjas, verdes y marrones, inspirado en el paisaje otoñal de Bretaña. La antinaturalidad del amarillo en el cuerpo de Cristo es lo que más sorprende, y deriva de la emocionalidad y espiritualidad del pintor al crear el cuadro, dejándose llevar por sus sentimientos y pasiones. El cristo está, como su propio nombre indica, representado con un amarillo intenso, aplicado de forma lisa. El amarillo también se encuentra en los pastos, y los árboles están representados en un intenso naranja. Todo esto crea un ambiente tanto irreal como otoñal. Los colores, al ser tan fuertes, crean fuertes contrastes cromáticos. Destacan también los ropajes del resto de personajes, de las mujeres bajo la cruz, el hombre saltando el muro y los tejados de las casas del fondo, de colores mucho más oscuros, azules y negros utilizados también para realizar los trazos, como ya hemos mencionado anteriormente.
El color, como ya hemos dicho, es una pieza vital en la obra, y es el más puro reflejo de los sentimientos del autor. El amarillo se puede relacionar con el sufrimiento del autor.
COLOR
DIBUJO
LUZ
COMPOSICIÓN. ESPACIO TRIDIMENSIONAL
Se trata de una composición con formas muy básicas. El objeto principal de la obra, el Cristo y las mujeres, se encuentra desplazado hacia la izquierda. Esta parte izquierda está mucho más cargada de elementos y es donde reside el centro de interés. En la zona inferior nos encontramos a tres mujeres colocadas de manera circular. Mientras que el cristo se encuentra en una composición más lineal. El muro divide la pintura de forma horizontal. En el medio del plano vemos un señor saltando un muro, y al otro lado del muro dos mujeres. En fondo podemos ver amplios pastos amarillos sobre los que asoman casas dispersas entre los árboles. La escena se va convirtiendo en una colina, toda esta redondez de las colinas le da un aspecto a la obra más redondeado.
También cabe destacar que, la parte de la derecha del cuadro, vacía, invita al espectador a arrodillarse junto a las mujeres completando ese círculo alrededor de Cristo. Este espacio, en “Autorretrato con el Cristo amarillo” de Gauguin, es ocupado por la figura del mismo autor.
Con respecto al espacio tridimensional, Gauguin se centra en las figuras planas y los perfiles delimitados, como ya hemos mencionado anteriormente. Esto supone que no exista un gran modelado ni profundidad: los colores son planos, sin gradaciones ni sombras. En un primer plano podemos observar a Cristo con las mujeres, más atrás el muro con el hombre saltando, y al fondo las colinas y los árboles. Estos detalles, situados en diferentes planos, son los que aportan la perspectiva al cuadro. El tamaño de los objetos, como el hombre saltando el muro en contraste con las mujeres y a Cristo en la cruz, es un gran revelador de los diferentes planos. Aún así, no presenta un tratamiento del espacio tridimensional muy complejo: las figuras son simples y planas, de nuevo influenciadas por las estampas japonesas.
TRATAMIENTO DE LAS FIGURAS
El protagonista del cuadro es el Cristo en la Cruz, aunque también podemos ver a tres mujeres debajo, y un hombre a lo lejos saltando un muro de piedra. Las figuras son muy esquematizadas y simples, antinaturales debido a sus proporciones. Cristo es extremadamente delgado, sus brazos y piernas, sujetos a la cruz, son muy largas y su torso está deformado. Con respecto a las otras figuras, se encuentran arrodilladas, con las manos entrelazadas y las cabezas bajas. Ninguna tiene gran detalle ni presentan realismo.
En cuanto a las expresiones y los rostros de las figuras: Cristo se encuentra cabizbajo, con los ojos cerrados y una expresión relajada. El cuadro carece de dramatismo, no se puede observar sangre ni violencia, tampoco dolor ni lloros, por lo que no podemos saber si Cristo a muerto todavía. Las mujeres tampoco nos transmiten mucho: sus rostros están tan simplificados que no tienen expresión: una nos da la espalda y solo podemos ver su perfil, otra no muestra ningún atisbo de emoción y de la del fondo no podemos distinguir casi ninguno de sus rasgos faciales.
Por lo tanto, el tratamiento de las figuras no es muy complejo, y a pesar de la escena de crucifixión, no muestran emociones fuertes, si no que son apacibles y tranquilas. Las figuras, de nuevo y siguiendo la técnica del cloisonné, son muy simples y esquematizadas.
OTRAS REPRESENTACIONES DE ESTA OBRA
El Cristo Amarillo de Gauguin no es único. La obra vuelve a aparecer en un autorretrato del autor en 1889, “Autorretrato con Cristo Amarillo”. En esta pintura, se puede observar a Gauguin, de espaldas al cuadro, en una habitación oscura. El estilo pictórico, la forma de tratar a las figuras es idéntica a la del cuadro, sello del autor, aunque esta es más realista, con sombras, volúmenes y colores mucho más reales. Gauguin mira al espectador de forma cómplice, en lo que parece ser una sala de exposición de sus obras.
También existe un estudio a lápiz de esta obra, conservada en la colección Carmen del Thyssen, y un esbozo a acuarela en Nueva York, en la colección Chapman.